miércoles, 13 de enero de 2016

Astrología sin estrellas

¿Porqué la gente sigue creyendo en la astrología? Esta es una pregunta difícil de responder, porque es muy fácil malinterpretarla. En efecto, cuando preguntamos ¿porqué la gente sigue creyendo en la astrología? al parecer estamos asumiendo que:
  1. La gente en algún momento debió creer en la astrología, o era esperable que lo hiciera
  2. Hay personas hoy en día que creen en la astrología, y
  3. Ninguna persona debería creerle a la astrología hoy en día, o
  4. Al menos hay buenas razones para creer en 3.
El matiz ambiguo está, por supuesto, en el punto 4. La intención con que se formula esta pregunta reside, fatalmente, en el énfasis que quien pregunta esté haciendo en el punto 4. Después de todo, si no existieran razones para creer en 3., no tendría sentido formular la pregunta. No más que, por ejemplo, preguntar: ¿por qué la gente todavía duerme cuando está cansada?
En esta oportunidad quiero intentar responder esta pregunta, pero desde una mirada lo menos prejuiciosa posible. Es decir, quiero cargarme lo menos posible en 4., y concentrarme más en 2; o, mejor dicho, en el hecho de que 2. y 4. se den juntas. Espero que esta puntualización inicial ayude a una lectura igualmente libre de prejuicios, y permita que tanto quienes creen en la astrología como quienes no lleguen hasta el final. Si mis conclusiones logran sorprender o desconcertar a ambos, entonces podré decir que he cumplido mi objetivo.

La Ciencia de las Estrellas

No es extraño que la astronomía sea una de las ciencias más longevas de la humanidad. Prácticamente todas las grandes civilizaciones (léase: que construyeron muchas cosas y tuvieron la pretensión de conservar sus logros para las generaciones futuras) desarrollaron a un nivel muy fino y sistemático el estudio de los movimientos de los astros en el cielo y así como los cálculos para predecirlos. Como sabemos, esto tuvo un efecto importante sobre el control del tiempo, y el control del tiempo tuvo un efecto importante sobre el control de las cosechas y el surgimiento de la agricultura, etc. (y también la división del trabajo y la explotación del hombre por el hombre, pero eso es harina de otro costal).
Tampoco es extraño que aparejada a la astronomía haya surgido en todas estas grandes civilizaciones (y estoy generalizando, pero por el momento no es tan grave) esa otra ciencia de las estrellas conocida como astrología. En efecto, hay ciclos naturales que se corresponden perfectamente bien con los movimientos de los cuerpos celestes: los ciclos menstruales femeninos, por ejemplo, duran lo mismo que los ciclos lunares; la marea sube y baja también dependiendo de las fases de la luna; las estaciones del año, que determinan el comportamiento de los animales, el follaje y la salida de los frutos, responden perfectamente bien a los ciclos solares; hay otros ejemplos que también vendrían al caso. Ahora, siendo esto así, era perfectamente lógico suponer que otras estrellas, y otros aspectos planetarios, determinaran otros procesos naturales, y en particular los relacionados con el ser humano tanto en su psicología como en la sociedad. Muchas culturas ensayaron la medición de estas correspondencias: cada aspecto planetario era anotado cuidadosamente, así, cuando algún evento mundano llamaba su atención, se tomaba nota de la fecha y se preparaba la predicción: la espera de un evento similar cuando alguno de los aspectos de esa fecha se repitiera. A esto se lo llama horóscopo, que significa literalmente "mirar la hora".
Cada civilización vio progresar su sistema astrológico en forma perfectamente proporcional al desarrollo de todas sus otras ciencias. El sistema astrológico griego, que es el más familiar para nosotros, es uno de los más finos y complejos de los que se conservan registros (sabemos que el de los Mayas también era particularmente complejo, pero -digan lo que digan algunos "expertos"- no tenemos ni la más remota idea de cómo funciona). En sus momentos de mayor esplendor, un horóscopo de tu fecha de nacimiento era capaz de predecir no sólo tu personalidad y tu destino sino también tu aspecto físico. En el Tratado Elemental de Magia Práctica de Papus (1) aparece un cuadro general de correspondencias planetarias, en el que se consigna, por ejemplo, que las personas nacidas bajo la influencia de Saturno son "pálidas o negras, delgadas, meditabundas, solitarias, aprensivas, serias y contemplativas"; mientras que los nacidos bajo la influencia de Marte son de "tez enrojecida, pelo rojo, cara redonda, ojos amarillentos, mirada horrible, carácter feroz, cruel, atrevido y rebelde". Hoy, sin embargo, un horóscopo (bueno o malo) se limitará a darte información sobre:
  1. Tu personalidad en general
  2. Tu destino o "suerte" en las relaciones de pareja y las amistades, el trabajo y los negocios
  3. Los buenos y malos momentos para hacer viajes o realizar inversiones riesgosas
  4. Tu afinidad para desempeñarte en algunas labores artísticas o intelectuales, y
  5. El destino general de tu familia, empresa o país.

Es muy importante notar que el horóscopo te da dos tipos de información: la primera habla sobre tu vida en general, y la segunda hace predicciones de cosas futuras. Sin embargo, ambos horóscopos (la Carta Astral y la Predicción Semanal) se obtienen del mismo modo y los presupuestos teóricos y prácticos son siempre los mismos. 
La forma en que se practica la astrología hoy en día sigue siendo la misma de hace veinte siglos, sólo que apoyada por los recursos informáticos. El sistema sigue consistiendo en lo mismo: primero estableces una correlación entre eventos mundanos (aparentemente azarosos, igual como las mareas o la floración de las plantas es aparentemente azarosa) y eventos celestes (conocidamente precisos y cíclicos) y luego consultas los libros de los astrólogos en busca de aspectos positivos o negativos (como el "famoso" mercurio retrógrado) para esa persona.

Los Ataques contra la Astrología

Uno podría creer que la aversión por la astrología es una moda relativamente reciente, y que tiene que ver sólo con el triunfo relativo de la ciencia moderna por sobre otros sistemas de conocimiento. Pero no es cierto. Incluso antes de que la iglesia y otras instituciones religiosas persiguieran a los adivinos, filósofos y científicos se pronunciaron respecto de sus deficiencias como ciencia verdadera, y lo más importante de todo, lo demostraron. La más ingeniosa, simple y elegante manera de refutar a la astrología la encontramos en la obra de San Agustín de Hipona, quien además de ser un santo de iglesia fue un filósofo impecable. Su refutación es de sobra conocida: se trata del experimento de los dos gemelos. De acuerdo con la astrología, al levantar la Carta Astral de un individuo debe tomarse en consideración el cielo a la hora de su nacimiento, pero también el lugar, la Carta Astral de los padre, etc. Bajo estas estrictas condiciones de control es muy improbable que dos personas vayan a tener exactamente la misma Carta Astral... pero en el caso de los gemelos, la situación sin duda se da con bastante exactitud. Sin embargo, es sabido que muchas veces los hermanos gemelos tienen personalidades muy distintas entre sí y sus destinos las más de las veces también son distintos: se casan en momentos diferentes, tienen gustos diferentes para muchas cosas, etc. Nótese lo importante que es que aquí da lo mismo si se hace o no se hace una Carta Astral para los dos hermanos, y si ella predice exactamente a uno de los dos, o a ambos, o a ninguno. Si la astrología fuera una ciencia verdadera, entonces tendría que poder levantarse la Carta Astral exacta para cada individuo, en principio. Y si dos personas con la misma Carta Astral tienen vidas distintas, personalidades distintas, etc., entonces la astrología no es una ciencia verdadera.
Los astrólogos, por supuesto, se han defendido contra la prueba de los gemelos. Los dos argumentos más consistentes (o menos inconsistentes, dado lo que diremos en un momento) que pueden encontrarse son:
  1. Las Cartas Astrales de gemelos, mellizos y trillizos se calculan siguiendo reglas especiales
  2. Ninguna Carta Astral es realmente perfecta, porque la determinación de las posiciones de los cuerpos celestes nunca es tan fina como se quisiera; si se tomaran en consideración los minutos o segundos de diferencia entre el nacimiento de un gemelo y otro, se podrían levantar las Cartas Astrales precisas de ambos
De estos dos argumentos el segundo es, por supuesto, el más fuerte (dado que el primero es sencillamente una hipótesis ad-hoc (2)), pero es graciosamente también el que menos le conviene a un astrólogo esgrimir, porque de inmediato echa por tierra toda su teoría. En efecto, si realmente los aspectos celestes fueran tan difíciles de determinar, que una variación de segundos influye fatalmente en prácticamente todos los datos objetivos que ella provee, entonces ninguna Carta Astral podría levantarse, ni para los gemelos ni para los niños que nacen de a uno. Defender el argumento 2 equivale un poco a hundir el barco con tal de impedir que sea capturado: el astrólogo salva la veracidad de su ciencia, pero el coste es aceptar que intentar su práctica es inútil. Y aunque parezca difícil de creer, hay autores que han optado por esta alternativa: Aleister Crowley, por ejemplo, escribe en el MagicK:
"La Astrología es teóricamente un método perfecto, ya que los símbolos empleados existen en el macrocosmos y poseen así una correspondencia natural con los asuntos del microcosmos. Pero en la práctica los cálculos son abrumadoramente complicados. Un horóscopo nunca está completo. Debe ser ayudado por innumerable cantidad de otros horóscopos. (...) Además de esto, los efectos reales de los aspectos y posiciones planetarias son casi todavía enteramente desconocidas. No hay dos astrónomos que coincidan en todos los puntos de vista; y la mayoría de ellos están en desacuerdo sobre los principios fundamentales"
No es, por tanto, una posición inverosímil: pero su utilidad es ciertamente fatua. Después de todo, ¿Cómo se supo que la astrología era verdadera en primer lugar, si no es posible tener conocimiento astrológico alguno?
En tiempos más recientes se han presentado otras refutaciones a la astrología además de la prueba de los gemelos. Una de las más interesantes fue idea original de Michel Gauquelin, psicólogo y estadista francés. En su idea, el levantamiento de la Carta Astral de una persona ya muerta debería arrojar una descripción completa y correcta de los aspectos de su vida y personalidad; esto se ha hecho varias veces, y con relativo éxito. El punto está en que en casi todos esos casos, el astrólogo sabe qué carta astral está levantando. Entonces, conjeturó Gauquelin, si la astrología es efectivamente un método objetivo, el astrólogo debería llegar a un resultado completo y correcto incluso si desconoce o se equivoca respecto de la identidad de su cliente.
Esto fue lo que hizo: contactó a un astrólogo de renombre y le envió sus datos. El horóscopo que recibió fue el siguiente:
Está bañado por una estremecedora sensibilidad oceánica de amor universal. (...) Puede presentar las características de una naturaleza bien insertada en las normas de la sociedad, enamorado de las conveniencias y provisto de un sentido moral confortable, burgués de buenos pensamientos, ciudadano digno.
El problema era que los datos no eran de Gauquelin sino de Marcel Petiot, un conocido asesino en serie conocido como el Dr. Muerte (entre otros) y ejecutado en la guillotina en 1946 (3). El experimento se ha repetido en varias ocasiones con personalidades todavía más escandalosas, y siempre se obtienen resultados parecidos.

La psicología de la astrología

A pesar de que hoy en día el medio científico considera a la astrología una pseudociencia (y muchos astrólogos no hacen un esfuerzo muy grande por limpiarse ese nombre), ella también ha permitido realizar otros estudios, relacionados menos con su validez objetiva pero mucho más con el efecto que produce en las personas.
Retomemos la historia de Gauquelin. Después de recibir su horóscopo fallido, el psicólogo puso un aviso en el periódico ofreciendo horóscopos gratis por computadora a cambio de que enviaran de vuelta una encuesta de satisfacción evaluando el desempeño de la supuesta máquina. Ciento treinta y cinco personas respondieron al aviso enviando sus datos. A todas estas personas Gauquelin les envió por respuesta el horóscopo que había sido hecho erróneamente para él (y erróneamente para Petiot también, porque erraba en todo lo que decía). Del total, en promedio ocho de cada diez personas manifestaron estar completamente de acuerdo con lo que el horóscopo decía, además de confirmar que describía a la perfección su vida hasta ese momento y de asegurar que esta evaluación era compartida por amigos y familiares. ¿Porqué?
El experimento de Gauquelin confirmaba las observaciones que en 1948 había realizado Bernam Forer, un psicólogo estadounidense, sobre el mismo tema. Haciendo un experimento similar, le entregó a toda una clase de universitarios un test de personalidad para que respondieran. A la semana siguiente llegó con los resultados personalizados, y luego de pedirles a todos que leyeran el suyo en silencio, les pidió que evaluaran en general los resultados. En una escala de uno a cinco, el promedio fue de 4,2. Sólo después de evaluarlos Forer les dejó compartir sus resultados con los demás: ¡tenían todos el mismo! Por supuesto, tal resultado había sido obtenido de la combinación de varios horóscopos.
La tesis de Forer (apoyada luego por Gauquelin y otros) puede resumirse en los siguientes términos:
  1. Las personas tienden a prestar mayor atención a los aciertos y desestimar los errores cuando saben que la evaluación es personalizada
  2. Las personas tienden a prestar mayor atención a los aciertos y desestimar los errores cuando confían en el autor del test
  3. Las personas tienden a evaluar el resultado como positivo si lista más atributos positivos que negativos, aunque no se ajusten necesariamente con su personalidad
Esta tendencia psicológica hoy se conoce con el nombre de Efecto Forer, y está parcialmente explicado por apelación a distintos sesgos cognitivos (4). Es más: te invito a que intentes alguna variante del mismo experimento con algún conocido que no sepa del Efecto Forer y veas cómo te va. Los resultados te sorprenderán.

El punto delicado


El paso a seguir desde aquí es peligroso. Teniendo en consideración estas (pocas) evidencias, ¿qué podemos decir de la astrología? Hay, al parecer, cuatro alternativas:
  1. La astrología es una estafa. El astrólogo es un hombre que utiliza las predisposiciones psicológicas de las personas para conseguir fama y dinero
  2. La astrología es una pseudociencia. El astrólogo cree poseer un método para explicar y predecir la personalidad y la vida de las personas, pero se engaña él y engaña a los demás
  3. La astrología funciona y se apoya en verdades, sólo que ellas no encajan en el paradigma de racionalidad y objetividad de las ciencias modernas
  4. Los experimentos de Gauquelin, Forer y otros se hicieron apelando a malos astrólogos y tenían la intención expresa de engañar tanto al astrólogo como a los clientes. En condiciones más honestas el mismo resultado no puede obtenerse

Antes de pasar a revisar las dos alternativas que me parecen las más correctas (la 1 y la 2) quiero detenerme un momento sobre las otras dos, porque me parece que son particularmente perniciosas. De ellas, la más alucinada sin duda que es la 3; sostener que un sistema de generalizaciones es verdadero a pesar de que entra en evidente contradicción con casos particulares que él debería cubrir (como en el caso de Gauquelin-Petiot y el experimento de los gemelos) no es algo que dependa del "paradigma" (con el perdón de los kuhnianos) de racionalidad o de objetividad del mundo moderno, occidental, falogocentrista, o lo que se quiera. En una conocida definición, el misticismo es todo aquel orden de experiencias que ocurren más allá de los límites de la razón: por lo tanto, la astrología no es mística, dado que supone una teoría y un método que se pueden estudiar, entender y aplicar racionalmente. Por otra parte, suponer que no hay contradicción entre las ciencias modernas y las "otras" ciencias porque refieren a órdenes distintos también es un contrasentido, y no porque viole los criterios de realidad y objetividad de la ciencia moderna sino los del ocultismo también. Escribió Eliphas Leví, uno de los más importantes ocultistas del siglo XIX: "La razón es una, como el genio es uno en la multiplicidad de sus creaciones". Y también: "no hay mundo invisible; existen solamente muchos grados de perfección en los órganos". Por lo tanto, a todos los alucinados y supersticiosos les digo: la realidad es una y la misma para todos. Si tu creencia es una ciencia, tiene que funcionar en toda la realidad, en la realidad de todos, y sus resultados deben estar disponibles para todos.
El caso de la opción 4 es un poco más aterrizada, pero tiene una falla lógica obvia: si vamos a considerar cada resultado positivo como uno bien realizado y cada resultado negativo como uno donde interfirió alguna voluntad, intención o disposición anímica adversa, entonces en principio cualquier método adivinatorio que a mí se me pueda ocurrir es válido. En particular, si fuera así como funciona, los astrólogos nunca hubieran logrado desarrollar su ciencia. Compárese esta posición con la de Crowley, mencionada más arriba.

La Anastrología: o Astrología sin Estrellas

Suficiente contexto: ¿qué es lo que tengo yo que decir ahora?
Comenzamos con la pregunta: ¿porqué la gente sigue creyendo en la astrología? y dimos varios antecedentes para responderla. Ahora estoy en posición de hacerlo: la gente cree en la astrología, porque le sirve creer en ella.
Puede parecer una obviedad, pero no lo es realmente. Sostengo que la razón por la cual la gente todavía estudia astrología, se aprende las caracterologías por signo zodiacal y lee horóscopos, es porque ellos le proveen información que, hasta cierto punto, le sirve. Y cuando hablo de "servir" estoy entendiendo algo muy concreto: la astrología le provee algo que de otra forma no podría proveerse. Algo que ninguna otra ciencia puede ofrecerle.
¿Y qué es este algo para lo que sólo ella sirve? Al menos, esto: la astrología es una muy buena descripción de la personalidad.
Uso la palabra descripción en oposición a explicación. Dicho en los términos más simples, posibles, la diferencia es la siguiente:
  • Una descripción de la personalidad nos dice cómo somos
  • Una explicación de la personalidad nos dice por qué somos así
Sostengo que la astrología es una pésima explicación de la personalidad, pero en cambio es una muy buena descripción de la personalidad; mejor que muchas de las que la psicología puede ofrecernos, al menos para quienes no la hemos estudiado. Se podría decir que la astrología es una caracterología low cost: es barata y poco peligrosa, lo que compensa el que no sirva de mucho o que pueda fallar en cualquier momento. Aunque los astrólogos te dicen con qué signos debes salir o intentar tener hijos, en realidad nadie le hace caso al horóscopo cuando encuentra a una persona que siente que es la indicada, pero que no encaja en el perfil; y cuando encuentra a una persona del signo señalado pero las cosas no funcionan, nadie persevera sólo por el horóscopo (5).
La astrología, con todos sus planetas, signos, aspectos, oposiciones, progresiones, traslaciones... se constituye como un modelo altamente complejo de la personalidad, pero porque las personalidades son cosas realmente muy complejas. Intentando emular los experimentos de Forer, en un tercero medio apliqué una vez el siguiente experimento: les hice hacerse una Carta Astral por internet, luego responder un test de personalidad de moda entre los psicólogos (6), y finalmente evaluar y comparar ambos. Resultó que casi la totalidad de ellos (no fueron muchos en todo caso) estuvieron más de acuerdo con la información en la Carta Astral que en el Test psicológico, pero no porque fuera más acertado sino porque contenía muchísima más información. Claro, mientras más la información, más fácil es acertar a algo sin saber qué es, y también está el efecto Forer y todo... pero, ¿qué importa realmente? Después de todo, ellos se conocen a sí mismos mejor de lo que los conoce el algoritmo en el computador.
En lo que la astrología falla (porque es en "lo único" que podría fallar) es en su pretensión de ser una explicación de la personalidad y un método de adivinación del futuro. Ha sido demostrado sobradamente que no existe ninguna relación entre el cielo y nuestras vidas, y es una buena noticia, porque los astros en el cielo siguen ciclos perpetuos e inertes, mientras que nosotros somos libres de tomar en cualquier momento las riendas de nuestro destino (aunque muchos de nosotros tal vez nunca lo hagamos). Pero esto no la invalida, de cualquier forma, para ser un método de descripción de la personalidad.
Yo, que he leído muchos tratados astrológicos, he llegado a un excelente diagnóstico de mí mismo: en muchas cosas soy un virgo (mi casa solar de nacimiento, si despreciamos el hecho de que por nacer en el hemisferio sur debería invertir el zodiaco), pero en otras soy capricornio, y a veces cáncer. Tengo una personalidad muy mercuriana, salvo en algunos rasgos específicos que calzan mejor con Venus. Todo esto, por supuesto, no tiene nada que ver con la posición del cielo en el día y la hora de mi nacimiento: me la he calculado varias veces, y uno de esos intentos incluso corrió por mi propia cuenta. Todo esto pasa más bien por hacer el ejercicio de autoconocerme. La astrología sólo me presta las etiquetas, y las escojo porque en general son bastante útiles.
Buscando una manera de llamar a esta aplicación de la astrología llegué a la palabra anastrología, un neologismo que haría llorar a mis profesores de griego pero que pretende significar algo así como "astrología sin estrellas". Me caen mal las personas saturnianas y también los hombres demasiado jupiterinos, pero debe ser porque soy mercuriano. Las personalidades solares tienen un gran tacto social y son muy atractivas, y las personas lunares (lunáticas) son bastante inestables, engañosas e imaginativas. La anastrología nos ayuda a planear relaciones y amistades, a predecir conductas y a justificar algunas decisiones, y no tiene nada que ver con el cielo sino con cómo las personas son.

Inti Målai P.

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(1) Toda la obra de Papus es ampliamente considerada por los ocultistas contemporáneos como una de las más serias y sistemáticas de la corriente moderna. Por lo tanto, no me he remitido a un fanzine cualquiera.
(2) Una excepción introducida a la fuerza en un sistema de generalizaciones, que no cumple otra función más que la de hacerlo sobrevivir.
(3) Toda la historia de Petiot además del experimento de Gauquelin es muy interesante. Puede consultarse en: http://es.wikipedia.org/wiki/Marcel_Petiot#Uso_de_sus_datos_en_un_estudio_cient.C3.ADfico
(4) Es muy importante destacar que el efecto Forer no es un defecto o una debilidad, es sólo una predisposición mental y todos estamos relativamente determinados a seguirla.
(5) Por supuesto, debe haber gente que  lo hace. Pero estaremos todos de acuerdo en que son las menos.
(6) El IPIP, cuyo marco de referencia es el Modelo de los Cinco Grandes.

martes, 12 de enero de 2016

El año de Aristóteles

La UNESCO ha declarado el pasado viernes 08 de Enero que este 2016 será el año de Aristóteles -1-.

Ahora, puede que usted se pregunte: ¿quién es este tal Aristóteles y por qué merece tener una año para él? y probablemente se responda: fue un filósofo griego, y debe haber hecho algo importante.

Aristóteles es a la cultura occidental un poco como lo que es The Beatles a la música popular o El Ciudadano Kane al cine; en jerga de televisión se lo llama Seinfeld is Unfunny. Resulta que la influencia de este filósofo griego es tan profunda e importante, y su estudio determinó de forma tan radical la manera en que se desarrolló no sólo la filosofía sino también las ciencias y muchas otras disciplinas en los últimos dos mil años, que terminó convirtiéndose en un chiste viejo. Aristóteles no sólo ya "no tiene gracia", sino que más encima en los últimos setecientos años el último grito de la moda en todas las ciencias -naturales y sociales- y en la filosofía ha sido constantemente "superar a Aristóteles". El Estagirita -2- se ha convertido así en el estándar de lo anticuado, de lo old fashioned. Algo a lo que hay que tenerle respeto por "lo importante que fue", pero que no aporta mucho en nuestros días: "ya estamos en otra" -3-.

No quiero decir -tampoco lo pienso- que de Aristóteles hasta nuestros días no haya pasado nada nuevo en la filosofía o en las ciencias: todo lo contrario, hemos hecho grandes cosas, se han hecho progresos increíbles, cosas que el hombre griego apenas habría podido soñar. Pero ¡vamos! Aristóteles no habrá dicho la última palabra, pero en muchas cosas nos dio la primera. Y vale la pena recordarlo por eso.

Ludwig Wittgenstein afirmó en alguna oportunidad, con es pretensión que lo caracterizaba, que nunca había leído a Aristóteles. Tal vez, si lo hubiera hecho, se hubiera dado cuenta de cuánto su Tractatus le debía a la lógica del "Maestro de los que saben". Como dijo un filósofo en alguna parte: "ocurre a menudo en la filosofía y en las ciencias que cuando abrimos una senda de investigación aparentemente nueva, nos encontramos con las viejas huellas de Aristóteles en ella".

Este artículo no será una semblanza de los méritos del discípulo más eminente de Platón -2-: leer su entrada en Wikipedia sirve para conocerlos. No, yo quiero llamar la atención sobre esos "otros" méritos. Quiero contarles por qué, además de ser tan, pero tan inteligente -y simpático y buen mozo-, este tipo debe ser contado entre los loquitos más bacanes de la Historia de la Humanidad.

Caricatura. Obtenida de Internet.

 El discípulo que todos quisimos ser

Una de las frases más célebres que se le atribuyen al Estagirita es la siguiente: "Platón, tú sabes que yo soy tu amigo; pero más soy amigo de la verdad". Por supuesto, en griego esto no sonaba así -4-, y con toda la elegancia que le ponen los siglos es difícil notar la gracia que tiene esta gran cuña. ¿Qué llevó al filósofo a decir algo así?

Aristóteles estudió en la Academia de Atenas, la "primera universidad" occidental, que si hemos de ser sinceros era más una secta que una universidad. Platón, su fundador, -otro gigante de los tiempos, de quien tal vez tengamos oportunidad de hablar en algún momento- era lo que hoy podríamos considerar un perfecto villano de historietas: un resentido social muy inteligente y con mucho, pero mucho dinero. Cuando la democracia ateniense mató a su maestro Sócrates por ser un vagabundo hinchapelotas, Platón -5- decidió que debía consagrar su vida a dos cosas: hacer perdurar las enseñanzas de su maestro y destruir la democracia. La primera le salió mejor que la segunda, aunque tuvo unos intentos notables.

Su primer proyecto se lo tomó bastante en serio: se compró unos predios con unos edificios abandonados en un sector pituco de Atenas dedicado al héroe Academos. Allí fundó su escuela de filosofía, a la que la gente terminó conociendo como "La Academia" -6-.

Aristóteles llegó a estudiar a la Academia, porque en esos años estudiar en la Academia era el último grito de la moda intelectual en el mundo griego -¡y, vamos! ¿Dónde más podías aprender geometría, música, gimnasia y filosofía, todo a la vez?-. Entró con diecisiete años al programa, después de la muerte de su padre, y se quedó nada más y nada menos que veinte años allí. Y todos sabemos que no te quedas veinte años en una escuela si eres un promedio cinco. No: Aristóteles fue el mejor de los mejores.
Platón y Aristóteles. Detalle de "La Escuela de Atenas"
de Rafel Sanzio. 1512.

Ahora ustedes pueden decir: "bah, un mateo más". Pero nada de eso. Aristóteles fue lo mejor que puede llegar a ser un buen estudiante: el más encarnizado enemigo de su maestro -7-. Me gusta imaginarme esas últimas clases, cuando Aristóteles ya debió ser el único que intervenía en las cátedras -que se dictaban al pie de un árbol, como debería hacerse todavía-, ya sin siquiera levantar la mano para intervenir, peleando constantemente con el viejo grandulón. Mi versión favorita del momento en que esgrimió la cita con que abrimos esta sección es aquella en donde se la suelta al final de una clase particularmente polémica. ¿Se lo logran imaginar? Un Aristóteles ya bordeando los cincuenta, poniéndose de pie y diciéndole a Platón, director de la escuela que lo acogía desde hacía veinte años, personaje renombrado en todo el mundo helénico: "Platón, tu sabes que soy tu amigo; pero más soy amigo de la verdad". Me atrevería a decir que esa frase debe ser el primer turn down for what de la historia de occidente.

Un razonador impecable

Muchos de nosotros quizás recordemos ese capítulo memorable de Las Chicas Superpoderosas en donde un mimo triste convierte todo el mundo en blanco y negro, y la tierna Burbuja salva el día tocando una canción -con sus hermanas, luego de "despertarlas"- cuyo coro reza: "El amor, amor, amor, el amor... ¡el amor hace al mundo girar!"



Es una broma habitual entre filósofos el que esa debe ser la canción más aristotélica de la cultura pop. Ahora, ¿por qué? Aristóteles fue un razonador impecable, y a él le debemos una de las más brillantes y elegantes demostraciones de la existencia de una primera causa incausada, A.K.A. Dios.

Aristóteles afirma que todo movimiento tiene una causa: todo lo que se mueve ha sido movido por algo que le traspasa su energía, su movimiento. Naturalmente, el movimiento de la causa es anterior al de lo afectado por ella. De esto se sigue también que ninguna cosa puede ser causa de su propio movimiento.

Aquí está el problema: es un hecho que las cosas se mueven. Pero si se mueven, es decir, si "existe el movimiento", entonces todos esos movimientos tuvieron causas. Pero esas causas tuvieron que ser causadas a su vez. Y las causas de las causas, y así sucesivamente... ¿dónde termina la regresión? Para Aristóteles era obvio que no podía continuar indefinidamente. Y tampoco podía tener una primera causa que se hubiera causado a sí misma, porque ya hemos dicho que eso es imposible. Pero debía haber una primera causa para que no hubiera regresión infinita. ¿Cómo mueve la primera causa entonces?

Su solución es simple: cuando nosotros reconocemos una cosa como buena -el pan con mantequilla- y la deseamos, ¿no nos hace eso ir hacia él? Aquello que es deseado nos mueve, pero lo más importante: nos mueve sin moverse. Lo mismo ocurre con la persona amada: nosotros vamos hacia ella incluso cuando -tristemente, la mayoría de las veces- ella no viene a nosotros -y en el peor de los casos, ella se aleja de nosotros-. Nos mueve, entonces, sin necesidad de moverse. Por lo tanto, concluye Aristóteles, existe algo que es lo máximamente bueno, y por lo tanto lo máximamente deseable, y ese algo permanece quieto fuera del mundo. Este algo -que existe, y que es bueno y deseable- es amado por el mundo, y en consecuencia el mundo se mueve hacia él; pero lo hace en círculos, como un roedor corriendo en su rueda de ejercicios hacia una zanahoria colgando delante de sí. "Mueve, pues, en tanto que amado, mientras que las demás cosas mueven al ser movidas" 1072b. O sea, bastante literalmente, podemos afirmar: "el amor hace al mundo girar".



Un genio irreverente

Busto de Aristóteles. Réplica romana del original griego. 
Cuando Platón murió, en la Academia hubo una breve pero acalorada polémica en torno a quién seguiría su legado como director de la escuela. Como ya sabemos, había sólo un estudiante all times seven que cumplía los requisitos: Aristóteles. Sin embargo, era evidente que su sucesión no sería muy "conservadora", y los más cercanos a Platón por vía política o de sangre lo vieron como un peligro a la integridad de las doctrinas, por lo que le negaron el cargo y se lo dieron a Espeusipo, quien era sobrino del viejo -lo que prueba, tristemente, que el pituto académico es tan antiguo como la academia misma.

Ofendido pero no derrotado, Aristóteles abandonó la Academia y se fue a echar suertes en otros parajes. Estudió de manera independiente en casas de amigos de otras provincias, años en los que desarrolló una disciplina que para esos entonces no existía pero que hoy conocemos con el nombre de: biología

Un día le llega una invitación particular: ser el maestro personal del hijo del rey Filipo II de Macedonia, que en ese entonces tenía trece años -el niño, no el rey. Aristóteles acepta de buen grado la invitación, y así es como nuestro díscolo académico termina viviendo en la corte macedónica, sirviendo como tutor nada más y nada menos que de Alejandro Magno.

"Aristóteles contemplando el busto de Homero" Rembrandt,
1653.
Hay una escena en la película de Alejandro Magno donde sale Aristóteles enseñándole cosas a Alejandrito y sus amigos. Es triste que una de las pocas representaciones del Estagirita en el cine sea tan pobre y tan triste: un viejito canoso, con bastón, que sólo dice cosas xenófobas -bueno, es cierto, Aristóteles las pensaba, pero ¿no es un poco sensacionalista haber puesto sólo eso en la película?- y se deja corregir por el "ingenioso" futuro conquistador de mundos. Debemos suponer que para ese tiempo Aristóteles tenía unos saludables cincuenta años, mal que mal, se había pasado los últimos veinte años de su vida haciendo gimnasia y debatiendo de ontología. ¿Qué es eso del bastón y la barba canosa? Si la película le hubiera hecho justicia a lo que el filósofo era en aquellos años, se habría llamado Aristóteles y no Alejandro Magno.

De ahí en adelante la carrera de nuestro genio se dispara. Cuando Alejandro conquistó Atenas, Aristóteles volvió en gloria y majestad, se consiguió unos edificios dentro de unos terrenos consagrados al dios Apolo Licio, y fundó su propia escuela -con juegos de azar y mujerzuelas-, llamada convenientemente "Liceo". De los más de doscientos tratados que se supone que escribió en vida hoy sólo conservamos una treintena, y muchos de ellos son apuntes del Liceo -no se sabe muy bien si son los apuntes con que él hacía clases o los que tomaban sus alumnos cuando escuchaban sus clases-.

Cuando los atenienses recuperaron su independencia de los macedonios, Aristóteles se convirtió rápidamente en persona non grata. Hombre sensato, dicen que olió a tiempo el peligro y huyó con otra de sus cuñas para el bronce: "no veo razón para quedarme y dejar que Atenas atente dos veces contra la filosofía". Obviamente, la primera fue la muerte de Sócrates.

"Aristóteles" Francesco Hayez, 1811.
El estilo de escritura de Aristóteles marcó la pauta de lo que debe ser un tratado, tanto científico como filosófico. Hasta los días de hoy todos los cursos de Lógica universitaria siguen el orden estricto -sea esto intencional o no. En muchos casos no lo es- del Organon aristotélico: una primera unidad sobre el lenguaje, luego la deducción formal y las aplicaciones de la lógica, y al final una unidad sobre falacias. Sus tratados sobre ontología, malamente llamados Metafísica, están ordenados también siguiendo una estructura impecable: una primera introducción histórica nos pone al corriente de la discusión: de ella se desprenden una serie de problemas abiertos -las "aporías"-, y el resto del tratado se ocupa de resolverlas, una a una: primero, presenta y defiende su primera verdad o axioma -el Principio de No Contradicción-, luego, define los conceptos que usará, y finalmente pasa a resolver cada uno de los problemas detectados. Aristóteles fue sistemático en su investigación y particularmente claro en sus exposiciones, un brillante antecedente de lo que hoy se conoce como la filosofía analítica. Y como si esto fuera poco, se da además el lujo de tener sentido del humor: 

"Pero si todos igualmente yerran y dicen verdad -8-, para quien tal sostenga no será posible ni producir un sonido ni decir nada. Pues simultáneamente dice estas cosas y no las dice. Y, si nada cree, sino que igualmente cree y no cree, ¿en qué se diferenciará de las plantas? De aquí resulta también sumamente claro que nadie está en tal disposición, ni de los demás ni de los que profesan esta doctrina. ¿Por qué, en efecto, camina hacia Mégara y no está quieto, cuando cree que es preciso caminar? ¿Y por qué, al rayar el alba, no avanza hacia un pozo o hacia un precipicio, si por azar los encuentra, sino que claramente los evita, como quien no cree igualmente que el caer sea no bueno y bueno?" 1008b.

Les deseo a todos un gran 2016, el Año de Aristóteles.

Inti Målai P.


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1: ¿Por qué? Parece ser que de acuerdo con alguna cronología Aristóteles cumpliría 2400 años este año.
2: Pésima costumbre entre filósofos: usar sobrenombres para nuestros autores favoritos. En general, mientras más fanatismo produce un autor, más sobrenombres tiene. Al que le he conocido más apodos es a Martin Heidegger. La obra del filósofo chileno Cristóbal Holzapfel puede considerarse un buen catálogo de los apodos que este filósofo puede recibir.
3: Sí, claro: como si hubieran pasado muchas cosas desde el álbum blanco en la música popular.
4: Al menos en latín suena así: "amicus Plato, sed magis amica veritas".
5: Su verdadero nombre era Aristocles, pero le decían Platón -"hombrudo" en griego- porque tenía los hombros muy anchos. Era un apodo común, algo así como nuestro "guatón". De hecho no es coincidencia que ambos terminen en "-ón". Herencias lingüísticas.
6: De hecho el nombre en griego equivale un poco a nuestro chilenismo "Onde..." -One Pedro- o "Lo..." -Lo Plaza-. O el francés chez... como en el título de la novela de Proust: Du côté de chez Swann, "Del lado de los Swann", o si quisiéramos hacer la traducción al chileno: "Onde los Swann".
7: Sin duda que para ser el mejor crítico tienes que ser el que mejor entienda lo que quieres criticar. Russell fue de las pocas personas que entendió la genial obra de Frege, y tal vez por eso logró hallar la falla lógica que la tiró casi completa al tacho de la basura. El destino, con su humor característico, le devolvería años más tarde la mano: de Gödel, el hombre que destruyó el Principia Mathematica de Russell, se dice que era la única persona que realmente lo entendía.
8: Nótese que esta es en esencia la maldita opinión tan difundida incluso en nuestro tiempo de que "todo es relativo" y que "cada uno tiene su propia verdad".