martes, 12 de enero de 2016

El año de Aristóteles

La UNESCO ha declarado el pasado viernes 08 de Enero que este 2016 será el año de Aristóteles -1-.

Ahora, puede que usted se pregunte: ¿quién es este tal Aristóteles y por qué merece tener una año para él? y probablemente se responda: fue un filósofo griego, y debe haber hecho algo importante.

Aristóteles es a la cultura occidental un poco como lo que es The Beatles a la música popular o El Ciudadano Kane al cine; en jerga de televisión se lo llama Seinfeld is Unfunny. Resulta que la influencia de este filósofo griego es tan profunda e importante, y su estudio determinó de forma tan radical la manera en que se desarrolló no sólo la filosofía sino también las ciencias y muchas otras disciplinas en los últimos dos mil años, que terminó convirtiéndose en un chiste viejo. Aristóteles no sólo ya "no tiene gracia", sino que más encima en los últimos setecientos años el último grito de la moda en todas las ciencias -naturales y sociales- y en la filosofía ha sido constantemente "superar a Aristóteles". El Estagirita -2- se ha convertido así en el estándar de lo anticuado, de lo old fashioned. Algo a lo que hay que tenerle respeto por "lo importante que fue", pero que no aporta mucho en nuestros días: "ya estamos en otra" -3-.

No quiero decir -tampoco lo pienso- que de Aristóteles hasta nuestros días no haya pasado nada nuevo en la filosofía o en las ciencias: todo lo contrario, hemos hecho grandes cosas, se han hecho progresos increíbles, cosas que el hombre griego apenas habría podido soñar. Pero ¡vamos! Aristóteles no habrá dicho la última palabra, pero en muchas cosas nos dio la primera. Y vale la pena recordarlo por eso.

Ludwig Wittgenstein afirmó en alguna oportunidad, con es pretensión que lo caracterizaba, que nunca había leído a Aristóteles. Tal vez, si lo hubiera hecho, se hubiera dado cuenta de cuánto su Tractatus le debía a la lógica del "Maestro de los que saben". Como dijo un filósofo en alguna parte: "ocurre a menudo en la filosofía y en las ciencias que cuando abrimos una senda de investigación aparentemente nueva, nos encontramos con las viejas huellas de Aristóteles en ella".

Este artículo no será una semblanza de los méritos del discípulo más eminente de Platón -2-: leer su entrada en Wikipedia sirve para conocerlos. No, yo quiero llamar la atención sobre esos "otros" méritos. Quiero contarles por qué, además de ser tan, pero tan inteligente -y simpático y buen mozo-, este tipo debe ser contado entre los loquitos más bacanes de la Historia de la Humanidad.

Caricatura. Obtenida de Internet.

 El discípulo que todos quisimos ser

Una de las frases más célebres que se le atribuyen al Estagirita es la siguiente: "Platón, tú sabes que yo soy tu amigo; pero más soy amigo de la verdad". Por supuesto, en griego esto no sonaba así -4-, y con toda la elegancia que le ponen los siglos es difícil notar la gracia que tiene esta gran cuña. ¿Qué llevó al filósofo a decir algo así?

Aristóteles estudió en la Academia de Atenas, la "primera universidad" occidental, que si hemos de ser sinceros era más una secta que una universidad. Platón, su fundador, -otro gigante de los tiempos, de quien tal vez tengamos oportunidad de hablar en algún momento- era lo que hoy podríamos considerar un perfecto villano de historietas: un resentido social muy inteligente y con mucho, pero mucho dinero. Cuando la democracia ateniense mató a su maestro Sócrates por ser un vagabundo hinchapelotas, Platón -5- decidió que debía consagrar su vida a dos cosas: hacer perdurar las enseñanzas de su maestro y destruir la democracia. La primera le salió mejor que la segunda, aunque tuvo unos intentos notables.

Su primer proyecto se lo tomó bastante en serio: se compró unos predios con unos edificios abandonados en un sector pituco de Atenas dedicado al héroe Academos. Allí fundó su escuela de filosofía, a la que la gente terminó conociendo como "La Academia" -6-.

Aristóteles llegó a estudiar a la Academia, porque en esos años estudiar en la Academia era el último grito de la moda intelectual en el mundo griego -¡y, vamos! ¿Dónde más podías aprender geometría, música, gimnasia y filosofía, todo a la vez?-. Entró con diecisiete años al programa, después de la muerte de su padre, y se quedó nada más y nada menos que veinte años allí. Y todos sabemos que no te quedas veinte años en una escuela si eres un promedio cinco. No: Aristóteles fue el mejor de los mejores.
Platón y Aristóteles. Detalle de "La Escuela de Atenas"
de Rafel Sanzio. 1512.

Ahora ustedes pueden decir: "bah, un mateo más". Pero nada de eso. Aristóteles fue lo mejor que puede llegar a ser un buen estudiante: el más encarnizado enemigo de su maestro -7-. Me gusta imaginarme esas últimas clases, cuando Aristóteles ya debió ser el único que intervenía en las cátedras -que se dictaban al pie de un árbol, como debería hacerse todavía-, ya sin siquiera levantar la mano para intervenir, peleando constantemente con el viejo grandulón. Mi versión favorita del momento en que esgrimió la cita con que abrimos esta sección es aquella en donde se la suelta al final de una clase particularmente polémica. ¿Se lo logran imaginar? Un Aristóteles ya bordeando los cincuenta, poniéndose de pie y diciéndole a Platón, director de la escuela que lo acogía desde hacía veinte años, personaje renombrado en todo el mundo helénico: "Platón, tu sabes que soy tu amigo; pero más soy amigo de la verdad". Me atrevería a decir que esa frase debe ser el primer turn down for what de la historia de occidente.

Un razonador impecable

Muchos de nosotros quizás recordemos ese capítulo memorable de Las Chicas Superpoderosas en donde un mimo triste convierte todo el mundo en blanco y negro, y la tierna Burbuja salva el día tocando una canción -con sus hermanas, luego de "despertarlas"- cuyo coro reza: "El amor, amor, amor, el amor... ¡el amor hace al mundo girar!"



Es una broma habitual entre filósofos el que esa debe ser la canción más aristotélica de la cultura pop. Ahora, ¿por qué? Aristóteles fue un razonador impecable, y a él le debemos una de las más brillantes y elegantes demostraciones de la existencia de una primera causa incausada, A.K.A. Dios.

Aristóteles afirma que todo movimiento tiene una causa: todo lo que se mueve ha sido movido por algo que le traspasa su energía, su movimiento. Naturalmente, el movimiento de la causa es anterior al de lo afectado por ella. De esto se sigue también que ninguna cosa puede ser causa de su propio movimiento.

Aquí está el problema: es un hecho que las cosas se mueven. Pero si se mueven, es decir, si "existe el movimiento", entonces todos esos movimientos tuvieron causas. Pero esas causas tuvieron que ser causadas a su vez. Y las causas de las causas, y así sucesivamente... ¿dónde termina la regresión? Para Aristóteles era obvio que no podía continuar indefinidamente. Y tampoco podía tener una primera causa que se hubiera causado a sí misma, porque ya hemos dicho que eso es imposible. Pero debía haber una primera causa para que no hubiera regresión infinita. ¿Cómo mueve la primera causa entonces?

Su solución es simple: cuando nosotros reconocemos una cosa como buena -el pan con mantequilla- y la deseamos, ¿no nos hace eso ir hacia él? Aquello que es deseado nos mueve, pero lo más importante: nos mueve sin moverse. Lo mismo ocurre con la persona amada: nosotros vamos hacia ella incluso cuando -tristemente, la mayoría de las veces- ella no viene a nosotros -y en el peor de los casos, ella se aleja de nosotros-. Nos mueve, entonces, sin necesidad de moverse. Por lo tanto, concluye Aristóteles, existe algo que es lo máximamente bueno, y por lo tanto lo máximamente deseable, y ese algo permanece quieto fuera del mundo. Este algo -que existe, y que es bueno y deseable- es amado por el mundo, y en consecuencia el mundo se mueve hacia él; pero lo hace en círculos, como un roedor corriendo en su rueda de ejercicios hacia una zanahoria colgando delante de sí. "Mueve, pues, en tanto que amado, mientras que las demás cosas mueven al ser movidas" 1072b. O sea, bastante literalmente, podemos afirmar: "el amor hace al mundo girar".



Un genio irreverente

Busto de Aristóteles. Réplica romana del original griego. 
Cuando Platón murió, en la Academia hubo una breve pero acalorada polémica en torno a quién seguiría su legado como director de la escuela. Como ya sabemos, había sólo un estudiante all times seven que cumplía los requisitos: Aristóteles. Sin embargo, era evidente que su sucesión no sería muy "conservadora", y los más cercanos a Platón por vía política o de sangre lo vieron como un peligro a la integridad de las doctrinas, por lo que le negaron el cargo y se lo dieron a Espeusipo, quien era sobrino del viejo -lo que prueba, tristemente, que el pituto académico es tan antiguo como la academia misma.

Ofendido pero no derrotado, Aristóteles abandonó la Academia y se fue a echar suertes en otros parajes. Estudió de manera independiente en casas de amigos de otras provincias, años en los que desarrolló una disciplina que para esos entonces no existía pero que hoy conocemos con el nombre de: biología

Un día le llega una invitación particular: ser el maestro personal del hijo del rey Filipo II de Macedonia, que en ese entonces tenía trece años -el niño, no el rey. Aristóteles acepta de buen grado la invitación, y así es como nuestro díscolo académico termina viviendo en la corte macedónica, sirviendo como tutor nada más y nada menos que de Alejandro Magno.

"Aristóteles contemplando el busto de Homero" Rembrandt,
1653.
Hay una escena en la película de Alejandro Magno donde sale Aristóteles enseñándole cosas a Alejandrito y sus amigos. Es triste que una de las pocas representaciones del Estagirita en el cine sea tan pobre y tan triste: un viejito canoso, con bastón, que sólo dice cosas xenófobas -bueno, es cierto, Aristóteles las pensaba, pero ¿no es un poco sensacionalista haber puesto sólo eso en la película?- y se deja corregir por el "ingenioso" futuro conquistador de mundos. Debemos suponer que para ese tiempo Aristóteles tenía unos saludables cincuenta años, mal que mal, se había pasado los últimos veinte años de su vida haciendo gimnasia y debatiendo de ontología. ¿Qué es eso del bastón y la barba canosa? Si la película le hubiera hecho justicia a lo que el filósofo era en aquellos años, se habría llamado Aristóteles y no Alejandro Magno.

De ahí en adelante la carrera de nuestro genio se dispara. Cuando Alejandro conquistó Atenas, Aristóteles volvió en gloria y majestad, se consiguió unos edificios dentro de unos terrenos consagrados al dios Apolo Licio, y fundó su propia escuela -con juegos de azar y mujerzuelas-, llamada convenientemente "Liceo". De los más de doscientos tratados que se supone que escribió en vida hoy sólo conservamos una treintena, y muchos de ellos son apuntes del Liceo -no se sabe muy bien si son los apuntes con que él hacía clases o los que tomaban sus alumnos cuando escuchaban sus clases-.

Cuando los atenienses recuperaron su independencia de los macedonios, Aristóteles se convirtió rápidamente en persona non grata. Hombre sensato, dicen que olió a tiempo el peligro y huyó con otra de sus cuñas para el bronce: "no veo razón para quedarme y dejar que Atenas atente dos veces contra la filosofía". Obviamente, la primera fue la muerte de Sócrates.

"Aristóteles" Francesco Hayez, 1811.
El estilo de escritura de Aristóteles marcó la pauta de lo que debe ser un tratado, tanto científico como filosófico. Hasta los días de hoy todos los cursos de Lógica universitaria siguen el orden estricto -sea esto intencional o no. En muchos casos no lo es- del Organon aristotélico: una primera unidad sobre el lenguaje, luego la deducción formal y las aplicaciones de la lógica, y al final una unidad sobre falacias. Sus tratados sobre ontología, malamente llamados Metafísica, están ordenados también siguiendo una estructura impecable: una primera introducción histórica nos pone al corriente de la discusión: de ella se desprenden una serie de problemas abiertos -las "aporías"-, y el resto del tratado se ocupa de resolverlas, una a una: primero, presenta y defiende su primera verdad o axioma -el Principio de No Contradicción-, luego, define los conceptos que usará, y finalmente pasa a resolver cada uno de los problemas detectados. Aristóteles fue sistemático en su investigación y particularmente claro en sus exposiciones, un brillante antecedente de lo que hoy se conoce como la filosofía analítica. Y como si esto fuera poco, se da además el lujo de tener sentido del humor: 

"Pero si todos igualmente yerran y dicen verdad -8-, para quien tal sostenga no será posible ni producir un sonido ni decir nada. Pues simultáneamente dice estas cosas y no las dice. Y, si nada cree, sino que igualmente cree y no cree, ¿en qué se diferenciará de las plantas? De aquí resulta también sumamente claro que nadie está en tal disposición, ni de los demás ni de los que profesan esta doctrina. ¿Por qué, en efecto, camina hacia Mégara y no está quieto, cuando cree que es preciso caminar? ¿Y por qué, al rayar el alba, no avanza hacia un pozo o hacia un precipicio, si por azar los encuentra, sino que claramente los evita, como quien no cree igualmente que el caer sea no bueno y bueno?" 1008b.

Les deseo a todos un gran 2016, el Año de Aristóteles.

Inti Målai P.


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1: ¿Por qué? Parece ser que de acuerdo con alguna cronología Aristóteles cumpliría 2400 años este año.
2: Pésima costumbre entre filósofos: usar sobrenombres para nuestros autores favoritos. En general, mientras más fanatismo produce un autor, más sobrenombres tiene. Al que le he conocido más apodos es a Martin Heidegger. La obra del filósofo chileno Cristóbal Holzapfel puede considerarse un buen catálogo de los apodos que este filósofo puede recibir.
3: Sí, claro: como si hubieran pasado muchas cosas desde el álbum blanco en la música popular.
4: Al menos en latín suena así: "amicus Plato, sed magis amica veritas".
5: Su verdadero nombre era Aristocles, pero le decían Platón -"hombrudo" en griego- porque tenía los hombros muy anchos. Era un apodo común, algo así como nuestro "guatón". De hecho no es coincidencia que ambos terminen en "-ón". Herencias lingüísticas.
6: De hecho el nombre en griego equivale un poco a nuestro chilenismo "Onde..." -One Pedro- o "Lo..." -Lo Plaza-. O el francés chez... como en el título de la novela de Proust: Du côté de chez Swann, "Del lado de los Swann", o si quisiéramos hacer la traducción al chileno: "Onde los Swann".
7: Sin duda que para ser el mejor crítico tienes que ser el que mejor entienda lo que quieres criticar. Russell fue de las pocas personas que entendió la genial obra de Frege, y tal vez por eso logró hallar la falla lógica que la tiró casi completa al tacho de la basura. El destino, con su humor característico, le devolvería años más tarde la mano: de Gödel, el hombre que destruyó el Principia Mathematica de Russell, se dice que era la única persona que realmente lo entendía.
8: Nótese que esta es en esencia la maldita opinión tan difundida incluso en nuestro tiempo de que "todo es relativo" y que "cada uno tiene su propia verdad".

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